Esta primavera hemos asistido, un año más, al encuentro de universitarios UNIV en Roma. Dos de nuestros colegiales participantes, Ramón Redrejo y Fernando Blanco, nos comparten esta crónica de su inolvidable experiencia:

El sábado 23 de marzo de 2024 pusimos rumbo al aeropuerto de Sevilla para coger el avión que nos llevaría a Roma para vivir la Semana Santa junto al Papa Francisco y el prelado del Opus Dei, don Fernando Ocáriz. Éramos 38 jóvenes que estudiamos en Sevilla, Cáceres y Córdoba. El viaje ya empezó movidito cuando nos dimos cuenta de que a Pablo le faltaban algunos papeles sin los que no podía volar. Pero acudimos a uno de nuestros mejores aliados, Pedrito Ballester. Después de algunas estampas, sobre la campana llegaron sus padres con los papeles que necesitaba y pudimos emprender el viaje. 

La suerte nos tenía preparada otra sorpresa: quince personas nos quedamos sin maletas por problemas en el aeropuerto y no las recuperaríamos hasta dos o tres días más tarde. Pero la generosidad de unos y el espíritu de pobreza de otros nos permitió salir de esa sin ningún problema.

Ya el domingo de ramos la cosa empezaba fuerte. Misa, la mayoría con el Papa en la explanada de San Pedro y algunos en Villa Tevere con don Mariano Fazio. Fue una gran suerte poder compartir la eucaristía con tanta gente de tantos sitios diferentes del mundo y, por muy larga que fuese la misa, algunos reconocieron que fue una de las que más han disfrutado en toda su vida. 

Después de comer subimos al Cuppolone: 550 escalones de sufrimiento con una recompensa asegurada. Las vistas de toda Roma desde las alturas no tienen precio. El día siguió con turisteo, pudimos ver la Fontana di Trevi, el Panteón… y culminamos después de cenar con una gran tertulia con Hugo Elvira, un ingeniero guatemalteco que junto con su equipo fue el primero en poner en órbita un satélite 100% diseñado y fabricado en Guatemala. Lo único que queríamos después de probablemente el día que más anduvimos, era darnos una buena ducha e ir a dormir para coger fuerzas. 

El lunes fuimos todos juntos a misa a Villa Tevere, en una capilla pequeña pero muy acogedora. Después de eso, yo me empecé a encontrar mal y pasé ese día y la mañana siguiente en cama, así que le paso el testigo a mi amigo Fernando para que termine de contaros estos dos días.

Pues tal y como comenta mi queridísimo amigo Ramón, después de asistir a una preciosa misa en Villa Tevere, fuimos a visitar los tan ansiados y famosos museos vaticanos. Dentro pudimos apreciar las mayores obras de arte de la historia de la humanidad, desde Laocoonte hasta la creación de Adán en la Capilla Sixtina. Miguel Ángel era un artista, desde luego. 

Al terminar los museos vaticanos, la barriga empezó a quejarse, así que buscamos un sitio en el que recargar las pilas después de tanta saturación de información en menos de 2 horas. Como no, volvimos a comer una pasta espectacular en un sitio baratillo que encontramos por ahí. 

Una vez recargadas las pilas, decidimos seguir enamorándonos y contagiándonos de las calles de Roma en las que aprovechamos para visitar un par de iglesias preciosas y gigantes (como casi todas las iglesias de Roma) y una posterior cerveza que supo a felicidad. En estos momentos nos dábamos cuenta de la importancia de estar con los demás y de lo mucho que unen convivencias como esta, además de que no faltaron risas, por supuesto. 

Posteriormente, fuimos a cenar al hotel, con nuestros compañeros los irlandeses, que compartían morada con nosotros. Gente muy top sin duda. Después de salir rodando al acabar la cena, tuvimos un ratito de sobremesa entre nosotros, los sevillanos, en el que pasamos un rato agradable, en familia, que ayudaba olvidarse de papá y de mamá de vez en cuando. 

El martes santo al terminar de desayunar, hicimos marcha hacia la Pontificia Universidad de la Santa Cruz, donde tuvimos los encuentros UNIV Fórum. En estos encuentros asistimos a las ponencias que habían preparado algunos jóvenes universitarios sobre el Factor Humano: Inteligencia Humana en tiempos de Inteligencia Artificial. 

Al acabar las conferencias, fuimos a comer al Il Delfino, “typical italian” restaurante, vaya. Coincidimos al igual que el resto de la semana, con muchísimos jóvenes del mundo entero, aprovechamos para hablar con ellos y comentar ilusiones y preocupaciones. Al terminar de comer, nos dejaron tarde libre. Algunos aprovecharon para ir de nuevo a la Santa Cruz para asistir a dos conferencias espectaculares acerca de la Inteligencia Artificial, y otros aprovechamos para seguir empapándonos de Roma y su cultura. Fue entonces cuando yo personalmente me di cuenta de que en Roma, gires la esquina que gires, te toparás con una iglesia de 30 metros de alto y 30 de ancho, por no hablar de las maravillosas calles estilo ‘Triana’ que tiene Roma… 

Dicho esto, devuelvo la pluma a Ramón.

El miércoles era la audiencia con el Papa. Después de una larga espera pasando por la cola y los controles, algunos tuvieron la suerte de entrar y otros tuvimos que verlo desde fuera en unas pantallas bajo la lluvia. Luego fuimos a ver el Coliseo y los foros romanos, acabamos calados por el camino debido a la que nos estaba cayendo encima, pero tuvo su encanto ver Roma en estas circunstancias. Por la tarde teníamos uno de los eventos más esperados del UNIV: la tertulia con don Fernando Ocáriz, el prelado del Opus Dei. Algunos de los que iban con nosotros tuvieron la suerte de sentarse en el estrado con el y otros de hacerle una pregunta. Fue muy emocionante ver a tanta gente joven con tanta ilusión por hacer las cosas bien y querer mucho al Señor. 

Ya de vuelta en el alojamiento, después de cenar tuvimos tertulia con Cesar Mauricio Velásquez, que fue embajador de Colombia ante la Santa Sede, y a dormir. 

El jueves por la mañana fuimos a ver las catacumbas de San Calixto, donde estuvieron enterrados miles de cristianos: 20 km de laberintos que albergaban  muchísima historia. 

Empezaba por fin la cita más importante que nos había conducido a Roma, los oficios que nos irían llevando por la pasión, muerte y resurrección del Señor. Fueron en Santa María de Aracoeli, una iglesia monumental donde nos juntamos unas 1000 personas para acompañar a Jesús. Después de misa y de cenar fuimos a visitar los monumentos de algunas iglesias cercanas para conseguir la indulgencia plenaria y nos fuimos a Villa Fátima a descansar.

El viernes por la mañana salimos temprano para poder visitar sitios muy importantes: subimos la Escalera Santa de rodillas, que son las escaleras que subió Jesús para ser juzgado por Pilatos, fuimos a Santa Croce in Gerusalemme, donde se encuentra un trozo de la Santa Cruz donde el Señor fue ejecutado, visitamos San Giovanni in Laterano, catedral de Roma, y San Pablo Extramuros, una de las cuatro basílicas mayores. 

Por la tarde fuimos a Santa María de Aracoeli de nuevo para los oficios y después fuimos al Coliseo para el Via Crucis. El Papa no pudo venir por salud, pero aún así fue una experiencia bonita que hay que vivir en Semana Santa. 

El sábado por la mañana fue día de hacer turismo y comprar detalles para las familias y amigos. Comimos en Colonna, como reyes. Después nos tomamos un café con Risky, que es el vocal de San Rafael de la región de España. 

Por la tarde tuvimos por fin la esperada vigilia. ¡El Señor había resucitado! Tres chicos se bautizaron, fue una misa preciosa y muy alegre. Salimos de allí todos súper felices. Dios se había hecho hombre, murió por nosotros y resucitó para darnos vida de nuevo. Fuimos a cenar a celebrarlo y luego a un pequeño bar irlandés en el que disfrutamos mucho. 

Llegó lo que nadie quería, pero tenía que llegar. El domingo de Resurrección partíamos de nuevo a Sevilla. Antes fuimos a Villa Tevere a despedirnos de San Josemaría. La vuelta fue tranquila, estábamos todos muy cansados, lo único que nos descuadró un poco fue que el primer avión se retrasó y tuvimos que comer corriendo en Barcelona para poder coger el que nos dejaría en Sevilla.

Ha sido un viaje maravilloso. Todos en el grupo disfrutamos mucho. Una experiencia para repetir y sobre todo para animar a los que no han ido que lo hagan al menos una vez en su vida. Hemos tenido mucha suerte de pasar una Semana Santa como esta, tan cerca de los inicios de la Iglesia Católica, de San Pedro y otros apóstoles que están en Roma, que sin su valentía y amor a Jesús y a los demás, no tendríamos la posibilidad de conocer a nuestro Redentor.